Las tres hijas del rey

Autor anónimo
Adaptado por Laura Wittner

Había una vez un rey que ya había sido rey durante mucho tiempo. Estaba aburrido de mandar y cansado de tener que levantarse temprano para enterarse de todos los problemas de su reino. “Que reine algún otro”, pensó. “Siempre habrá quien quiera ser rey”.

El rey tenía tres hijas, tres princesas. Las reunió una mañana, les sirvió un rico té de frutillas y les dijo:

–Me voy del trono. Quiero dedicarme a mi huerta y mi jardín. ¿Qué les parece este tecito de frutillas? Lo hice yo mismo, con las frutillas de mi huerta.
–Muy rico –dijeron las princesas a coro, mirándose entre sí y haciendo muecas que querían decir: “¿Se volvió loco?”.
–Pero no teman, que a ustedes les dejaré toda mi fortuna. Yo solamente me quedo con cien caballeros bien dispuestos que quieran ayudarme en los cultivos. Eso sí: no pienso dividir mi tesoro en partes iguales. Se llevará más la que más me quiera. Tú, por ejemplo –dijo, señalando a su hija mayor–. ¿Cuánto me quieres?

La princesa se sobresaltó. ¿Qué clase de competencia era ésa? ¿Qué debía contestar?
¬–Papá... –balbuceó, mientras trataba de encontrar la mejor de las respuestas.
–¿Cuánto? –repitió el rey, esta vez en voz más alta y más severa.
–Hasta el cielo ida y vuelta ochenta veces. Más que a mí misma. Más que a mi colección de muñecas de porcelana. Más que a...
–¡Suficiente! –la interrumpió su padre, y pasó a la hermana del medio–. ¿Y tú?