El traje nuevo del emperador

Escrito por H. C. Andersen
Adaptado por Laura Wittner

Había una vez un pequeño pueblo lleno de problemas. Por ejemplo: si llovía dos días seguidos todo se inundaba y nadie –salvo los patos–, podía salir de su casa hasta que el agua bajara; si pasaba mucho tiempo sin llover, el agua de reserva se terminaba y todos –salvo los camellos– empezaban a tener mucha, mucha sed. Muy seguido llegaba de no se sabe dónde una bandada de loros alocados que se comían toda la fruta de los árboles. A veces se quedaban dormidos los despertadores, y nadie iba a la escuela ni al trabajo. Éstos eran solamente algunos de todos los problemas que tenía este pequeño pueblo. ¿Y por qué nadie los solucionaba? Porque el encargado de solucionarlos era un emperador muy vago y vanidoso que se pasaba el día frente al espejo, pensando en una sola cosa: qué ropa ponerse. Tenía cinco habitaciones repletas de ropa, desde el piso hasta el techo. Zapatos con punta redonda, con punta cuadrada y con punta puntuda; pantalones de verano y de invierno, de seda finita y de lana picosa; capas largas, capas cortas, capas con bordados y capas con pompones. De las coronas ni hablemos: más de cincuenta, cada una de un tono diferente de dorado.